Más de 40 mujeres han fallecido en lo que va de año asesinadas por sus parejas o exparejas. Más de 40 mujeres inocentes que han perdido la vida a manos de la persona que debiera ser, o al menos haber sido, su mayor baluarte, su mayor apoyo y su mejor amigo.

Es triste que hoy tengamos que estar aquí, pero es necesario que año tras año continuemos levantando nuestra voz, leyendo los nombres de las víctimas, recordándolas y gritando a los agresores que las víctimas no están solas, que todos estamos con ellas.

La violencia de género es un problema de orden público de primera magnitud, que afecta a toda la sociedad y a todos sus individuos. Todos tenemos la obligación de luchar por acabar con esta lacra. Todos hemos de concienciarnos de que no hay ninguna agresión merecida, ningún insulto ganado y ningún maltrato justificado. Ninguna mujer, sea cual sea su origen, condición social, o el rincón del mundo en que viva merece vivir con miedo, con ataques constantes hacia su persona, sean físicos o psicológicos.

La gravedad y los daños de este tipo de agresiones se acentúa cuando se llevan a cabo por quien debiera ser un amigo o un compañero de vida, día tras día, hasta reducir a su mínima expresión a la mujer que acaba por perder su propia autoestima y por considerarse un ser inservible para la sociedad, que termina por no sentir las palizas o, incluso, lo que es todavía peor, por creer merecerlas. Terriblemente este calvario se convierte a veces en la crónica de una muerte anunciada.

Por todo ello, por tratar de aliviar el sufrimiento de las mujeres, convertidas en seres débiles intencionadamente por quienes debieran ser los compañeros en el camino de autorrealización personal que es la vida, estamos hoy aquí, para mostrar nuestro compromiso de apoyo a la víctima, de reprobación del agresor, para demostrar que la sociedad está cambiando, para clamar por la igualdad social, laboral o de cargas de trabajo en las labores domésticas entre hombres y mujeres.

En definitiva, para hacer ver a las víctimas que pueden dejar de serlo, que no están solas, que los poderes públicos, los jueces, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, la universidad, y la escuela, los estudiantes, los trabajadores y trabajadoras, y la sociedad en su conjunto estamos con ellas.

Podemos conseguirlo, no es ninguna utopía. Lo haremos si todos y cada uno de nosotros, desde nuestro ámbito, hacemos todo lo que esté a nuestro alcance. Los estudiantes universitarios formados y sensibilizados con este grave problema, sentimos la necesidad y la obligación de aportar nuestro grano de arena, desde un ámbito como es el de la Universidad que como transmisora de la conciencia social, tiene un importante papel en la lucha contra esta lacra social. Podemos acabar con esta situación de una vez por todas, si apoyamos a las mujeres que sufren, condenamos al que hace sufrir y educamos a las generaciones futuras en la idea de que la mujer no es ningún individuo de segunda, que todos somos igual de válidos, y que el que maltrata es un ser indigno de ser llamado humano.

Sólo de este modo algún día conseguiremos que esta terrible enfermedad de la sociedad en que vivimos sea una oscura página en los libros de historia. Sólo cuando todos nos demos cuenta de esta realidad y del hecho de que tanta culpa tiene el que hace mal, como el que deja hacer ese mal impunemente, dejará de haber lugar en nuestra sociedad para la violencia contra las mujeres.

En el marco del Estado de Derecho en el que tenemos la suerte de vivir, no podemos dejar de expresar nuestro compromiso para que la lucha en favor de la igualdad y de la erradicación de la violencia de género, no cese hasta que lo que hoy es este gran problema de nuestra sociedad pase a ser un triste y mal recuerdo.

Muchas gracias.